lunes, 9 de marzo de 2009

UNA FOTO QUE LO DICE TODO!!!!!!!!!!!!!!!!

LA HISTORIA DE BITO





Bajo el sofocante calor propio de Enero en Maitencillo, el equipo y voluntarios de Chinchimén se encontraba trabajando en el sector de playa El Chungungo, cuando se recibió la noticia que un lobo marino había sido encontrado en el sector de Aguas Claras, en mal estado urgiendo su traslado al Centro de Rescate de Fauna Costera de la Organización. Su tamaño permitía especular que era una cría o juvenil de lobo marino común, pero no se sabía a ciencia cierta su edad y sexo. Se encontraba solo, indefenso sin la presencia de algún lobo adulto y con un peso bastante reducido. Gracias a la ayuda del equipo, Bito, como fue bautizado fue trasladado a una jaula donde podía desplazarse y tener a su disposición una pileta de agua, muy necesaria para él, debido a que los lobos defecan y se alimentan en el agua.
En los primeros días se alimentaba poco, desplazándose sin mucho animo; y con la ayuda de medicamentos eliminó algunos parásitos, con lo que pudo sentirse mas aliviado. Bito era tratado con mucho cuidado debido a que anteriormente, se recibió en el Centro de Rescate otro lobito en un estado tan deteriorado que pese a los esfuerzos no logró sobrevivir, por lo que existía esperanza en el equipo en que él podría rehabilitarse y volver a su medio ambiente. Para esto, se registraba la cantidad de sardinas que ingería diariamente, y así poder determinar si existía o no una mejora, reflejada en un aumento de apetito. A los días de su llegada comenzó a desarrollar un tipo de resfrío, lo que fue atendido inmediatamente por especialistas y fue tratado con antibióticos. Parecía que mejoraba cuando estabamos con él durante todo el día, pero cuando volvíamos a verlo en la mañana, sus orificios nasales estaban nuevamente llenos de mucosidad y no manifestaba mucho animo, por lo que aumentábamos nuestro cuidado para con él. Se cambiaba diariamente el agua de la pileta e incluso mas de una vez al día, con la esperanza de que se bañara, quizás eso lo animaría, pero era difícil, estaba reacio a entrar en ella. Debido a que los lobos marinos capturan su alimento en el agua, comenzamos a arrojar las sardinas a la pileta y así se logró que entrara al agua y las sacara por su propia cuenta. Al cabo de unos días notábamos que no solo entraba rápidamente a sacar los pescados, sino que se quedaba un tiempo mas en el agua, y a veces entraba solo a refrescarse y hacer pequeñas practicas de buceo; además comenzaba a comer con mas ganas y amanecía menos congestionado. Con ayuda de especialistas y amigos de Chinchimén se pudo determinar que era un macho juvenil de 1 o 2 años, que con el tiempo se transformo en un lobo fuerte, ágil y que con sus miradas y gruñidos nos robaba día a día el corazón. Si bien no se dejaba acariciar, lo que en cierta manera nos alegraba porque nos daba esperanza de que podría reinsertarse exitosamente, era un compañero tranquilo que hacía grato nuestro trabajo en el Centro de Rescate, lo que también transmitía a la gente que diariamente acudía a verlo y nos comentaba como notaban mejoras en él.
Era ya mediados de Febrero y parecía cada día ir mejorando, comía cada vez mas pescado, se bañaba reiteradamente en su pileta, hasta que un día algo empezó a cambiar en él. Ya había sanado de su resfrío, pero no comía tantos peces como antes, y aquellos que recibía los utilizaba mas bien como un juguete, partiéndolos y despedazándolos. Esto fue una señal de alerta, pero una señal positiva, debido a que era el momento de que Bito volviera a su hogar, se encontraba con mucho ánimo y fuerza, moviéndose ágilmente al entrar y salir del agua, y al coger su alimento; era claro que ya no quería estar en ese lugar que comenzaba a parecerle muy limitado, pero que tanto ayudó para su recuperación. Se propuso de inmediato, preparar todo para que en 2 días mas Bito fuera reinsertado en su medio marino. Esto se llevaría a cabo en el sector de Montemar, en Reñaca, debido a que en el mes anterior (Enero) otro lobo que fue rehabilitado en el Centro de Rescate pudo ser reinsertado exitosamente en ese lugar, por lo que teníamos toda la esperanza de que Bito no seria la excepción. Se intentó que el viaje fuera lo menos estresante para él, debido a que el trayecto era largo. Para el equipo, fue el camino de los sentimientos encontrados, por un lado estabamos contentos, satisfechos de que ese día pudo llegar al fin para Bito, en que se iba a encontrar con sus hermanos y compañeros, con los individuos de su especie, pero a la vez con cierta tristeza por el cuidado y cariño que se le dio, y lo que él entregaba a cambio, con cosas tan simples como un gruñido, una mirada en que podíamos ver cierta ternura; son cosas que llenaban diariamente nuestros corazones, y sabíamos que desde ese día careceríamos de ella, pero teníamos por cierto que eso lo guardaríamos siempre como recuerdo de su paso por Chinchimén. Se necesitaron unos cuantos voluntarios para cargar la jaula de transporte debido a que Bito había aumentado considerablemente de peso en relación con el día en que él fue rescatado, un peso que indudablemente se cargaba con mucha alegría porque era una muestra de que era el momento preciso de que él volviera con los suyos. Al momento de llegar al sitio donde Bito comenzaría su camino de retorno, notamos una cierta resistencia de él a enfrentarse a ese, su medio, se movía titubeante y temeroso, con paso inseguro por lo que comprendimos que debíamos alejarnos para que él pudiera tener tiempo y espacio para identificar y comenzar a familiarizarse con ese entorno, queríamos estar ahí con él, verlo alejarse pero era menester en ese momento dejar nuestros deseos a fin de que el pudiera volver tranquilo a su hogar y así fue. De pronto comenzó a bajar por los roquerios, con una agilidad completamente natural, hasta que se detuvo un momento sobre las macroalgas que amortiguaban el choque de las olas, y que formaban un colchón bajo sus aletas. Miró a su alrededor, como examinándolo todo, como esperando algo antes dar el último paso a su libertad. Sabíamos que ese era el último momento, sabíamos que él había comprendido que era allí donde pertenecía, y con el corazón apretado, nos asomamos para verlo por ultima vez. Lanzó una última mirada, con esos ojitos que nos hicieron comprender que todo había valido la pena y aprovechando la inundación que provocó el choque de una ola, se inclinó, introduciendo su cabeza y posteriormente todo su cuerpo en el mar, internándose en el océano infinito. El momento se detuvo, todos esperábamos con atención el momento en que saliera a la superficie a respirar. Al cabo de unos segundos pudimos verlo varios metros mas allá, sorteando las grandes olas sin problema alguno, hinchándose nuestro corazón de alegría... Bito lo había logrado. Se aleja rápidamente de la costa y podemos divisar cerca de él a otro lobo, lo que nos tranquiliza aun más, pues sabemos que se encuentra en el lugar correcto, sabemos que todo el trabajo y cariño entregado a su rehabilitación no ha sido en vano, puesto que al fin ha vuelto a su hogar.
RELATO DE LILY MUÑOZ PEREIRA, VOLUNTARIA DE ORG.CHINCHIMÉN